Desconozco quién escribe marañas de pensamientos con un lápiz de ideas en mi cabeza. No sé cómo es. No sé qué hace. Sólo sé que traza letras que se cruzan una sobre otra, que teje una telaraña de frases donde es fácil perderse.
Se entretiene intentando confundirme. Su preciado pasatiempo es impedir que encuentre el camino y, cada vez que me pierdo en su relato, su risa retumba dentro de mí. Se divierte.
Es en ese justo momento en el que celebra la victoria por mi confusión, cuando cojo la libreta con fuerza, me detengo a mirar sus redes y ordeno cada hilo a mi antojo. Algunas personas leen lo que coso. De esos, unos piensan que es una bazofia, otros que es brillante, pero de lo que todos están convencidos es de que la autora soy yo.
Quién ríe el último ríe mejor.
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