Ilustración: Patrícia Aller |
-Ahí está, vívelo, cuéntalo, es todo para ti- afirman.
Sin embargo, nada está a mi alcance. La puerta permanece cerrada aunque yo me empeño en creer que alguien la dejó abierta para mí.
Trato de atisbar un pedazo de la inmensidad, adicta de curiosidad. Siento cosquilleo en las puntas de los pies cuando me asomo al exterior sedienta de espionaje. Mi sangre corre rápido de emoción, adoro el vértigo.
Deformada, la realidad se presenta perfecta. La admiro, en silencio. Esnifo lo no experienciado por mí misma. Solamente necesito unos minutos para estar totalmente ebria de fragmentos de conversación, de pedazos de acción, de retales de vida. Sobredosis de otros.
Intento atrapar ese placer en mitad de su revoloteo, pero se deshace justo cuando voy a rozarlo. Interpreto su tacto, su sabor, su sonido, su forma mientras se desvanece. Se diluye como mentira que es. Me encanta la fórmula magistral que genera la química de mi imaginación: medicina o veneno según la cantidad y el momento.
Esculpo en palabras todo lo que se me aparece para alguien que, como yo, libere su curiosidad para encontrar una realidad inventada, por mí. Quizás ese alguien seas tú. Tal vez creas que lees palabras de verdad, pero no lo son. Se desintegran mientras las lees. ¿No lo notas? Se dispersan por tu mente transformándose en otra cosa. ¿En qué? Lo ignoro, pero depende de algo único: la lente que construye tu universo mirilla.
Ven, asómate, está prohibido.
Ven, asómate, está prohibido.
1 comentario:
Un muy buen texto. Una muy buena ilustración. Seguiré tus publicaciones. ¡ánimo!
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