Camino hasta la fotocopiadora para recoger un documento que acabo de
imprimir. Es un viaje corto y monótono a través de un paisaje de ordenadores que
llega hasta el horizonte. Las llamadas de teléfono son como niños traviesos que
rompen el silencio sin mala intención. Hoy algo llama mi atención, ¿cuánto
tiempo lleva ahí esa linea de mesas sólo ocupada por plantas? Vida estática,
raíces que atan al micromundo de maceta donde la lluvia es tan artificial como
la nube-regadera que les da de beber.
Por un instante me pregunto si serán empleados que se transformaron sin que
nadie los echara en falta.
Sonrío discretamente al tener ese pensamiento mientras vuelvo hacia mi mesa
con una impresión de color en la mano y otra gris en el corazón.
Sentada de nuevo frente a la pantalla siento que a mis dedos les cuesta más
trabajo que ayer teclear. Miro mis manos: mañana sin falta debería cortarme un
poco estos tallos.
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