miércoles, 21 de diciembre de 2011

Rizo




Rizo, el  pez-toalla estaba siempre seco por más que nadaba.

Era la envidia de los demás peces del mar que se sentían condenados a sufrir el frío del agua en sus escamas sin cesar. 
Por eso, cada  noche,  mientras dormía,  se acercaban para tirar de los hilos de su piel de albornoz con la intención de dejarle al aire la raspa. 
Lo que no podían imaginarse es que, aunque a Rizo le encantaba su envoltorio mullido, hubiera preferido  ser como ellos para  saber qué era la humedad. 
Así que, cuando por fin consiguieron desenvolverlo, Rizo fue tan feliz que paseó su esqueleto acuático con más ritmo que nunca por todo el océano. 
Quién hubiera imaginado que, entonces,  los demás empezarían a envidiar sus espinas. 

1 comentario:

Perpetual E-motion dijo...

Todos tendriamos que aprender a ser felices como Rizo... pasando de envidiosos!!:)